Víctor encontró a Augusto hundido en un rincón de un sofá, mirando más abajo del suelo.
- ¿Qué es eso? -le preguntó poniéndole una mano sobre el hombro.
- Y ¿me preguntas qué es esto? ¿No sabes lo que me ha pasado?
- Sí, sé lo que te ha pasado por fuera, es decir, lo que ha hecho ella; lo que no sé es lo que lo pasa por dentro, es decir, no sé por qué estás así ...
- ¡Parece imposible!
- Se te ha ido un amor, el de a; ¿no te queda el de b, o el de c, o el de x, o el de otra cualquiera de las n?
- No es la ocasión para bromas, creo.
- Al contrario, esta es la ocasión de bromas.
- Es que no me duele en el amor; ¡es la burla, la burla, la burla! Se han burlado de mí, me han escarnecido, me han puesto en ridículo; han querido demostrarme ... ¿qué sé yo? ... que no existo.
- ¡Qué felicidad!
- No te burles, Víctor.
- Y ¿por qué no me he de burlar? Tú, querido experimentador, la quisiste tomar de rana, y es ella la que te ha tomado de rana a ti. ¡Chapúzate, pues, en la charca, y a croar y a vivir!
- Te ruego otra vez ...
- Que no bromee, ¿eh? Pues bromearé. Para estas ocasiones se ha hecho la burla.
- Es que eso es corrosivo.
- Y hay que corroer. Y hay que confundir. Confundir sobre todo, confundirlo todo. Confundir el sueño con la vela, la ficción con la realidad, lo verdadero con lo falso; confundirlo todo en una sola niebla. La broma que no es corrosiva y confundente no sirve para nada. El niño se ríe en la tragedia; el viejo llora en la comedia. Quisiste hacerla rana, te ha hecho rana; acéptalo, pues, y sé para ti mismo rana.
*Fragmento de Niebla de Miguel de Unamuno
**Texto enviado a la charca por Manuel Rebollar.